Ya lo decía Heráclito hace muchísimos años “Lo único que permanece es el cambio”
Momento a momento todo cambia a nuestro alrededor, el dinamismo es constante. Algunos cambios son sutiles y es casi imperceptible para nosotros el impacto que generan en nuestra vida; otros nos marcan fuertemente arrasándonos como un tsunami; algunos son imprevistos y bienvenidos; otros, apenas llegan queremos hacerlos desaparecer. También están aquellos cambios que deseamos con todo nuestro ser y que generamos para cambiar radicalmente algún aspecto de nuestra vida que hoy ya no nos satisface y que también, traen aparejados muchos cambios imprevistos que surgen a partir de esa decisión que tomamos. Y así sucesivamente, segundo a segundo estamos expuestos al cambio permanente, eligiéndolo o no, siendo conscientes de ello o no, registrando y prestándole atención o no haciéndolo…
Vivimos al ritmo de la ley de impermanencia del universo, donde todo está en constante movimiento y evolución, sabiendo que nada termina y siempre hay un nuevo comienzo…
Todo esto, al menos a mí, me resulta fascinante, increíblemente extraordinario y no deja de sorprenderme y maravillarme todos y cada uno de los días.
El conflicto surge cuando resisto el cambio que me toca vivir. Buda lo decía sabia y claramente “el cambio no es doloroso, sólo la resistencia al cambio lo es“. Resisto cuando lucho y me peleo con la realidad que me toca vivir queriendo modificarla. Cuando me empeño en erradicar de mi vida situaciones, emociones, personas, rasgos de mi personalidad y muchas otras cosas que no me gustan, que me incomodan, y me resultan desagradables. Resisto cuando cuestiono el accionar de terceros, haciéndolos responsables de mi malestar; también cuando evito, cuando niego aquella circunstancia que me toca vivir.
Citando a Wikipedia, “CAMBIO” es el concepto que denota la transición que ocurre de un estado a otro, y la transición se trata de un PROCESO que lleva TIEMPO.
Y aquí es donde surge el principal dilema al que muchas veces nos enfrentamos, nos estamos enfrentando y seguiremos enfrentándonos a lo lardo de toda nuestra vida:
¿Cómo hago para transitar el cambio “sin morir en el intento”, “sin tirar la toalla en el camino”, “sin darme por vencido”? ¿Cómo saber si lo que estoy haciendo está bien? ¿Cómo saber qué hacer, cómo hacerlo y quién Ser para lograrlo?
Y la cuestión llegado este momento es: ¿existe una manera de poder transitar el cambio saludablemente? ¿Hay alguna forma de transitar este proceso que me asegure mayor bienestar, que me produzca paz?
Y afortunadamente para mí existe una respuesta y es que SI, y se llama MINDFULNESS.
La práctica de Mindfulness cultiva la capacidad de observar neutralmente pensamientos, emociones, sentimientos y sensaciones físicas, reconociéndolos como impermanentes, cambiantes. Esto permite ir modificando en forma gradual la manera de percibirlos y manejarlos. La respiración, el cuerpo y el observador neutral son herramientas poderosas que conforman los pilares de esta práctica meditativa.
Recuerda que “Nada es permanente”. Jon Kabat-Zinn decía “no se pueden detener las olas, pero se puede aprender a surfear” así que, si asociáramos los cambios con las olas del mar, te invito a vivir surfeando las olas de cambio de tu vida, simplemente aceptando, soltando y fluyendo.
Por eso hoy quiero compartirte esta meditación para transitar los cambios: